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Carta a un amor de verdad

30 Mar

 

A menudo jugaban a descifrar las palabras. Intentaron definir qué era el ritmo, divagaron toda una mañana en torno a su significado y, en ese intento por definirlo, salió esta carta de amor para una mujer que hace música con las manos y milagros con el corazón.

Llevo varios días pensando en el ritmo pero no he sido capaz de definirlo porque aún no alcanzo a entenderlo, para mí es tan complejo ese mundo de la música que creo que nunca podré descifrarlo ni escuchar con los mismos oídos de una persona como tú.

Para mí el ritmo tiene que ver con algo cíclico que se repite cada tanto, algo que se mueve, que se acelera, que se desacelera, que se puede dirigir con los dedos, que se puede marcar con aplausos o con golpecitos de pie.

Diría que es sinónimo de compás o de frecuencia. Pero ya sé que no, me aclaraste en términos matemáticos que el ritmo sería el conjunto universal, ese que contiene a todos los demás. El compás sería una cosa y la frecuencia creo que nada tendría que ver ahí.

Aunque no tengo la precisión de ustedes los músicos, sospecho que el ritmo tiene que ver con el equilibrio y la cadencia. En eso atino un poco, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española me dice que este sustantivo común, masculino, singular, de dos sílabas, cinco letras, viene del griego rythmós que significa fluir.

Entonces creo que el ritmo tiene que ver con el movimiento y con el tiempo preciso, eso que brota, que surge, que emerge, que tiene conexión, sintonía, armonía, que no se acosa, que no se tarda, que no se fuerza, que simplemente es y está.

Te he pedido comparaciones e interpreto que si habláramos de gastronomía el ritmo sería la receta, ese toque exacto, esa unión de ingredientes, temperaturas y tiempos. Me imagino que en la moda tendría que ver con la textura, el color, el diseño y el cuerpo que viste la prenda. Todo en conjunto sería ritmo a la vista.

Si nos metiéramos en el ámbito de la farmacéutica, creo que el ritmo sería la fórmula, esa mezcla de químicos que en su justa medida y cada tantas veces al día podrían traer la cura. En el cine se le llama montaje y se refiere a esa forma de armar las piezas de la película para desarrollar la historia: la fotografía, el sonido, los diálogos, las acciones, la música, el silencio.

Me contabas que el ritmo fue lo primero que te enseñaron en la guardería, que desde los tres años tu conexión con él vino a través del tambor. Que aprendiste que el ritmo es lo esencial, lo vital, lo necesario, lo imprescindible para que exista la música. Por eso me has comparado al corazón con un instrumento del cuerpo que late, que bombea, que vibra, que comunica, que siente, que fluye: el corazón como impulso, contracción, fuerza y carácter.

Me explicaste que puede haber vida aún con muerte cerebral, sin miembros, sin órganos, sin sentidos ni reflejos pero sin corazón nadie: si el latido es el primer síntoma de que estamos vivos, entonces el ritmo es una señal de vida.

—¿Y el marcapasos? ¿Qué sería?— te pregunté.

Me respondiste que ese aparatico era como un ayudante para quienes ya no tenían ritmo cardiaco. No sé si me equivoque al decir que de pronto un marcapasos es como un director de orquesta y un percusionista metiditos entre el pecho. ¿No?

En fin. Sigo divagando.

Siguiendo el cuento por ese lado y metiéndonos tú y yo en esta historia, creo que tú llegaste justo cuando me quedaba sin ritmo, sin sonido, sin volumen, cuando mi corazón apenas cumplía esa función orgánica y simple de conducir mi sangre.

Y tú, mujer portadora del ritmo, que tienes la artillería para hacer fuego y para conducir la luz, tocaste mis venas, mi piel, mis oídos, mi alma y me devolviste los pálpitos, la energía, el ímpetu, la capacidad de amar.

Me reanimaste y me recordaste qué era volver a la vida. Llegaste a tiempo a mi historia con la fórmula, la receta, el antídoto. De repente trajiste esa certidumbre de que en cuestiones del ritmo —como del amor— todo se acopla y encaja, no hay nada que forzar ni arrastrar.

Ya ves, a tu lado estoy aprendiendo de qué se trata todo esto, de a poquito porque todavía no entiendo mucho, soy torpe para ciertas cosas, apenas estoy descubriendo tu mundo, tu instrumento, tu música. Apenas voy paso a paso, conociendo de qué se trata este asunto de fluir y celebrando que por primera vez a mi vida llegó un amor de verdad.