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Una carta atascada

4 Feb

Solían amarse cada día pero el domingo sobre todas las cosas. Ya no. Esta carta la hizo una mujer con un brote de nostalgia: un domingo, después de almuerzo, en una tarde soleada. Aunque la escribió para él, no se la envió para no interrumpir: el silencio, la distancia, esa decisión de estar sin ella. Era insoportable guardarse tantas palabras, las dejó salir de sí misma para evacuar espacio: en la piel, en la memoria, en el corazón. Liberó estas letras y donó esta carta que estaba atascada mientras el tiempo hace lo suyo y pasa el amor. Tanto amor…

Hola,

Es domingo, son las cuatro de la tarde y no puedo dejar de pensar en ti. El día amaneció nublado, pero ahora hace sol. El viento silba alrededor de la ventana y las violetas se balancean con él.

Estoy sola. Tú debes estar acompañado, con tu tía en la finca, a lo mejor con tu mamá en la casa, no lo sé. Tampoco sé qué hago escribiéndote, sé que de igual manera no estarías conmigo, o tal vez sí. Quién sabe, solíamos querernos, y ser nuestros domingos, pero sé que quedó atrás.

Ya para qué te lo digo, ya va un año de esta situación absurda, un año de esta mentira de que estoy bien sin ti. No es cierto, te mentí y me mentí a mí también. Ya no quiero viernes, ni sábados para bailar salsa, no quiero jueves de niñas gratis ni nudes por snapchats, quiero la tranquilidad de las películas por la noche y las cenas en casa, cocinar para ti, y las cosquillas en la mitad de la noche. Quiero poder dormirme en medio de la película sin sentir pena, quiero sentirte.

Se me va a pasar, no te preocupes, sé que es solo cuestión de “soledad”. También sé que se trata de aprender a quererla, de salir a ver el atardecer, o el amanecer, tal vez. Sé que si estuviera con mis padres a lo mejor no te pensaría. Pero hoy faltan todos, en especial tú.

Sé que ya no me extrañas y cuando haya alguien más que te acaricie el cabello o delinee las líneas del tatuaje, yo no seré más que un recuerdo lindo. Ese día voy estar triste, lo sé, porque me conozco, porque sé que aún te quiero, porque te celo así no lo admita, porque siento mucho, así finja ser de piedra.

Te quiero y te extraño, los domingos sin ti no tienen sentido, sin tu familia, sin tu tía, sin los gritos de la casa y los niños queriendo jugar conmigo. Esa soy yo, soy irremediablemente familiar, no tiene sentido negármelo ni tuvo sentido que te lo negara a ti en algún momento.

Sé que estoy bien, que en un par de horas se me va a pasar, cuando empiece a hacer trabajos, o cuando decida dormirme antes para dejar de pensar.

Sé que no me voy a morir de tristeza y que la soledad no es el común denominador de mis días, sé que el sol seguirá saliendo, que iré a trotar, que me acompañarán en las noches y que habrá quien quiera que le haga la cena un día, sé que soy feliz, que “no te necesito”, pero sé, también, que estaría mejor contigo.

El resto de los hombres me fastidian, me parecen intensos, logré perder la fe en el amor y pensar que un “para siempre” solo es posible contigo, no sé cuánto tiempo me tome pensar lo mismo de alguien más, espero que no mucho, o a lo mejor todo lo contrario, a lo mejor espero que se tarde mucho para que yo pueda seguir feliz, relajada, sin pensar en nadie, solo en mí, en mi egoísmo absurdo del siglo XXI, porque “eso es lo que está bien”. Para mí no, para mí estaba bien pensar en ti. Pero qué más da.

Solo quería que lo supieras, que eres mi domingo favorito, y mi viernes también y que aunque estoy bien, tranquila y feliz, siempre habrá algo que falte, que es parte de mi esencia, algo que me gusta y que no me puedo negar, ni le puedo negar a quienes me conocen y me quieren, sé que faltas tú, por más que trate de insistirme que no lo haces.